jueves, 5 de noviembre de 2020

MANUEL GARCIA RODRIGUEZ


MANUEL GARCIA RODRIGUEZ


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Manuel García Rodríguez realizó estudios de bachillerato simultaneándolos con los de música. Una vez que renuncia a la carrera eclesiástica, ingresa en el taller del pintor local José de la Vega, aún dentro de la tradición romántica de la pintura sevillana y cultivador de un realismo minucioso y descriptivo, vinculado a la Academia Libre de Bellas Artes de Sevilla.

En la Escuela de Bellas Artes e Industrias de Sevilla recibe las enseñanzas de Manuel Wssel y Eduardo Cano. Allí conecta con jóvenes artistas sevillanos de su misma generación. En este ambiente, bajo el efecto de la fascinación de la pintura de Martín Rico y Mariano Fortuny y coincidiendo con los primeros éxitos comerciales de Emilio Sánchez-Perrier en el extranjero, parece inclinarse por el cultivo del paisaje, género que cultivaría casi en exclusiva a lo largo de su vida de pintor. Este interés debió llevarle también a entrar en contacto en Madrid con el ambiente en torno a Carlos de Haes.

Hacia los veinte años, su pintura parece seguir muy de cerca la producción de Sánchez-Perrier, hasta el punto de poder pensarse no sólo en una relación de maestro-discípulo sino también de amistad, ya que compartieron las sesiones al aire libre y desplazamientos, en especial a la población de Alcalá de Guadaíra.

Estas actividades parecen confirmadas en las obras enviadas en 1885 a la exposición de la Academia de Cádiz, donde se recogen distintas vistas de rincones de la ciudad publicados en La Ilustración Española y Americana en 1884.

A partir de 1885 colabora como ilustrador en distintas publicaciones como La Ilustración Artística –participando en 1886 en el número homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer– y concurre a diversos certámenes –Exposición Universal de Barcelona (1888), Exposition Universelle de París (1889)–, convirtiéndose en un habitual de la Exposición Nacional de Madrid, en la que consigue una segunda medalla por La tarde en 1890. Tras ese éxito su obra comienza a adquirir una enorme difusión, hasta el punto de lograr una gran popularidad. En 1891 su obra Entrada a una huerta en Sevilla es adquirida por el Museo de Barcelona, y su pintura titulada Sevilla es comprada en la Exposición Internacional de Berlín. De ese mismo año es también Diciembre en Sevilla, hoy en el Museo Nacional de Cuba, de La Habana.

En 1893 envía El verano a la Exposición Universal de Chicago, y en Múnich participa con Calle de Granada, Mañana de marzo en Sevilla y La casa del gobernador en Tánger. De nuevo concurrirá a la Nacional en 1895 con dos obras, Sevilla y La presa del Molino del Arzobispo, paisaje de la ribera de Alcalá, con la que es galardonado con una segunda medalla.

En 1897 participa en la exposición organizada por el Ateneo de Sevilla y comienza a colaborar con Blanco y Negro, a la que se verá vinculado en numerosas ocasiones.

El paisaje cultivado por el artista en los años finales de siglo parece ampliarse a otros parajes, como el Albaicín granadino y la costa de Cádiz, haciéndose extensivo también a vistas y rincones costeros en la línea del ramal de ferrocarril del Puerto de Santa María, Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda. En esta última localidad el pintor pasará las temporadas de verano, concretamente en las inmediaciones de la playa de La Jara. Allí realizará vistas y panorámicas de la desembocadura del Guadalquivir, las playas y el entorno agrícola y residencial.

En 1899 es nombrado miembro de la Academia de San Fernando de Madrid, y en 1904 realiza un nuevo viaje a Marruecos del que se conocen algunas vistas de Tánger.

En los años de la segunda década del nuevo siglo, García Rodríguez alcanza el mayor grado de difusión de su obra y fama personal. A partir de esos años reparte su actividad entre Madrid y Sevilla, enviando fielmente sus nuevas series de paisajes de La Jara, jardines del Alcázar y nuevos rincones de patios, huertos y riberas, a cada convocatoria de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, y a las periódicamente organizadas en Sevilla por la Sociedad Económica de Amigos del País y el Centro de Bellas Artes del Ateneo. Su relación con José Pinelo Llull, también paisajista en Alcalá de Guadaíra, le llevará a participar en exposiciones presentadas en distintas capitales sudamericanas (1899, 1902 y 1906).

Los últimos años serán de una especial fecundidad, especialmente en lo que se refiere a sus paisajes del Alcázar sevillano que incluían ya las reformas previas a la Exposición Iberoamericana de 1929. También en los años veinte, y ya próximo a su fallecimiento, descubre la ciudad de Ronda, inaugurando nuevos proyectos pictóricos.

En esa tarea, y tras una vida tranquila y hogareña en Sevilla, muere el 6 de mayo de 1925.

Juan Fernández Lacomba


Manuel Garcia Rodriguez

5-11-2020


Mercedes Tamara

5-11-2020

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